Utopía en acción
por Alberto Ferrucci
de "Economía de Comunión - una nueva cultura" nº 31 - mayo 2010
A comienzos de los años 90 yo era coordinador de las relaciones internacionales de la Economía de Comunión. Cientos de empresas en todo el mundo ya se habían sumado al proyecto y estaba surgiendo cerca de Sao Paulo, en Brasil, el Polo Spartaco, la primera agrupación de empresas que participaban en el proyecto.
Entonces recibimos una carta de François Neveux, un empresario francés que, con su típico estilo directo, expresaba su deseo de poner gratuitamente a disposición del proyecto Economía de Comunión la tecnología y las patentes que había desarrollado a lo largo de los años. Ya se las había vendido a varias empresas de Europa y de Oriente Medio, que habían hecho de ellas la base de su éxito, pero ahora se las ofrecía gratis a un empresario que estuviese dispuesto a poner en marcha una nueva actividad en el Polo Spartaco.
Se dirigía a mí porque parecía que los empresarios brasileños no habían apreciado su ofrecimiento. Yo le invité a acompañarme al congreso brasileño de empresarios de la EdC que tendría lugar poco después, con el fin de que pudiera presentar personalmente su tecnología y sus puntos de vista industriales.
Entonces François, con su habitual rapidez de empresario que decide por intuición y después sabe cuadrar las cuentas de la actividad soñada, anunció que él utilizaría ese pabellón. Allí pensaba instalar una empresa de manufacturas de plástico realizadas con su técnica de moldeo rotacional, a la que daría el nombre de Rotogine, en honor de Ginetta.
Conocí a François en el momento más alto de su compromiso social. Sólo años después he comprendido de dónde venía su “locura”,

El estilo brillante e inconformista del libro, ahora, después de la traducción portuguesa, se pone a disposición del público italiano gracias a la traducción del profesor Alberto Golin, a quien quiero darle las gracias desde aquí. Se trata de un relato que atrapa al lector por la desenvoltura de no pararse ante nada que era propia de François, por su amor al prójimo con problemas que le llevó a realizar en su Francia natal varios e importantes intentos de empresas al servicio de los últimos.
Una exigencia profunda que vio completamente realizada en el proyecto Economía de Comunión, hasta el punto de dedicarle todos sus recursos, económicos y como inventor, en sus últimos 15 años de vida.
Lo hizo usando el arte de arreglárselas que le cautivó de niño al leer el Robinson Crusoe de Daniel Defoe y que aplicó durante toda su vida, como demuestran sus distintas patentes industriales; un arte que en sus escritos de madurez no reconocía como un talento suyo sino como un don que llega de lo alto para superar las dificultades de cada día y se ofrece a todos los hombres y mujeres que actúan por amor: “Tú da y prepárate a recibir”.